Pepe Cerdá (José Cerdá Escar) nació en 1961 en Buñales (Huesca). El artista publicó en 2006 un libro sobre su vida y obra, así como sus reflexiones sobre lo que es ser artista: "Pintor, pinta y calla". En él Cerdá afirma:
“No soy un pintor figurativo, no soy un pintor abstracto, no soy un pintor clásico, no soy un pintor moderno. Me importan un rábano la posmodernidad, la ultramodernidad y la retroprogresión. Niego la muerte de la pintura. Me hago preguntas y las intento responder sobre una tela y tensadas en un bastidor. Las cosas artísticas, por otra parte, deben tener algo de sustancia, algo de mágico, de casual o de inexplicable, algo de evidentemente cierto pero imposible de contar de otro modo.
Si además, como es el caso, se trata de pintura, está tendrá que emanar de lo que le es propio: algo que se llama plasticidad, fuerza, misterio, etcétera, que, como todas las cosas que se llaman de muchas maneras, nadie sabe muy bien de qué se trata, pero que se evidencia con rabia al contemplar un buen cuadro en directo. Aspirar a que esto ocurra tan sólo una vez es motivo suficiente para dedicar toda una vida a la pintura. De estas cosas no se habla, ni falta que hace, aunque yo por mi carácter todo me lo tenga que explicar”.
Cerdá nos sorprende con su obra siempre cambiante: bellas ilustraciones, murales, pintura, dibujo. No se puede decir que tenga un estilo propio e inconfundible. De hecho en esto reside su valía. Durante la pandemia pintó retratos de sanitarios, en otras épocas se dedicó al paisajismo. En otras, como en la imagen, combina paisajes con colores vivos que hacen al observador reflexionar sobre la relación entre las partes. Eso sí, siempre da qué pensar.
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